sábado, 19 de julio de 2014

GÉNESIS



La tierra era caos y confusión
y oscuridad por encima  del abismo,
y un viento de Dios aleteaba
por encima de las aguas.

Génesis 1:2



domingo, 13 de julio de 2014

Y así, después de tanto sufrimiento, tanto dolor y tanta muerte, todo había terminado.
No sé si hice bien en dar la vida por quien quiero y quien aprecio, espero que sí. Ahora solo puedo pensar que no me fallen y lo consigan.
En cambio, yo, no sé si podré salir vivo de este lugar. Si me he quedado aquí es porque ya no tengo más fuerzas para continuar; tanto yo como mi espíritu estamos agotados. Quiero aguantar, todavía, quizás alguna parte de mí, aun quiera luchar contra esos cabrones. Pero ya no puedo hacer nada. Dentro de poco, todo habrá terminado.
Estoy aquí, sentado en el suelo, con la cabeza entre las manos llorando como lo haría un bebe recién nacido. La espalda contra la fría pared ahora agrietada y llena de agujeros causados por las balas disparadas hace escasos minutos, minutos que ahora parecen milenios. Pero lo peor, es que los cadáveres de los que hasta hace poco eran amigos míos o simplemente compañeros de escuela, yacen a mi alrededor, muertos definitivamente. Han intentado matarnos… Fuera, detrás de la puerta y de la ventana tapiada toscamente, donde la pesadilla aún existe y anda suelta, hay más como ellos, golpeando con furia la madera mientras gimen con ese sonido tan terrorífico, para poder llegar hasta mí…
Sé que lo lograrán, antes o después me alcanzarán, entrarán y yo no tendré opción de huida. ¿Qué voy a hacer? La poca y tambaleante luz que emana de la lámpara, proyecta sombras en la pared y el suelo de la clase, sombras que parecen buscarme, sombras malignas como lo son aquellos seres que en forma de horda, se precipita contra la puerta.
Cojo la pistola, mi última compañera en estos instantes finales, que se encuentra tirada a mi lado. Con ella he matado, algo que en mi vida jamás pensé que iba a hacer. Maté seres de esos y maté a humanos… La empuño con fuerza, ahora, solo escucho mi respiración entrecortada acompañada de mis sollozos. Apoyo la boca del arma en mi sien. Mi sudor se mezcla con la sangre y las lágrimas que recorren mis mejillas.
Solo tengo que apretar el gatillo… Antes lo hice, ¿Por qué ahora no puedo? Si lo hago, el miedo, el dolor, la tristeza y la desesperación desaparecerían; podría por fin descansar. Pero al mismo tiempo, si aprieto el gatillo, estaría traicionando a todos aquellos que hasta ahora han luchado por mí, a todos los que se han sacrificado por mí; estaría rompiendo la promesa que le hice a mis padres y sobre todo, las estaría traicionando a ellas. Hacerlo, es destruirme a mí y a mis compañeros…
Por un momento, recuerdo de nuevo sus rostros y bajo el arma. Pero no tengo otra opción, elegí sacrificar mi vida por mis compañeros y ahora, tengo que pagar las consecuencias. No sé qué hacer en ningún caso, pero tengo algo claro, si muero, no reviviré en forma de uno de esos seres. No me arrastraré  ni vagaré en busca de personas vivas que poder comerme. No deambularé en busca de la carne de mis amigos.
Es cierto, no hay otra alternativa, de nuevo me apunto a mí mismo.
Aun pienso, que sorprendentemente hasta hace unas escasas horas atrás, mis únicas preocupaciones eran las de un adolescente de quince años: el colegio, los amigos, las chicas, la familia, el deporte, tener dinero ahorrado… preocupaciones normales. Añoro aquel remoto tiempo en que el único desasosiego no era la de sobrevivir como lo es ahora.
Todavía sumergido en mis pensamientos, escucho un estallido de vidrios. Agarro con más fuerzas que nunca el arma y todavía con lágrimas en los ojos, aprieto el gatillo. Ha llegado el momento…
Es tan solo un microsegundo de nada, pero en ese tiempo, mi mente regresa tres noches atrás; al último día de la humanidad, el día anterior al juicio final…